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Crónica I Marcha Cueva del Gato (Benaoján)


Nos arriesgamos a desplazarnos a tierras andaluzas para participar en la primera edición de una marcha inédita, la I Marcha Cueva del Gato, 46 kilómetros con salida y llegada en Benaoján, un pueblecito de la sierra de Grazalema en Málaga.

Nos alojamos en Ronda que está a pocos kilómetros, aunque fuimos los últimos en llegar los nervios mantenían bien despiertos a todos en la casa.

Apenas hizo falta despertador para ponernos en pie, antes de darnos cuenta estábamos recogiendo los dorsales 4 marchadores y 2 ciclistas de apoyo, que aunque no llevaban dorsal no tardaron en hacerse "famosos" en el grupo.

El día se presentaba veraniego, a las 9:00 se dio el pistoletazo de salida. Como de costumbre salimos de los últimos, Paco y Jorge, con las bicis salieron en sentido contrario para sortear "la escalada" de los primeros 5km. Subiendo por las calles del pueblo se veía como se alzaba un risco impresionante que teníamos que atravesar. Conforme ascendíamos las vistas al echar la mirada atrás eran fantásticas.

Al coronar desembocamos en unas dehesas de encinas donde pastaban en semilibertad gorrinillos ibéricos y ganado vacuno, fuente de la especialidad de la zona, los embutidos ibéricos.

Andando por aquella llanura aparecieron los ciclistas que traían ya 20 kilómetros y 1000 metros de desnivel ascendidos. Allí nos acompañaron y nos hicieron unas cuantas fotos en las proximidades de uno de los avituallamientos, era el kilómetro 12 y llevábamos 2 horas y pico andando a muy buen ritmo. La mayor dificultad montañosa ya estaba superada.

Abandonamos la dehesa para tomar un sendero estrecho y pedregoso, al principio subiendo, pero pronto se tornó en bajada pronunciada que hizo mella en nuestras rodillas. Íbamos acortando en vertical y nos cruzábamos con Paco y Jorge que zigzagueaban por una pista ciclable que tenía el mismo destino. Al final pincharon una rueda y los adelantamos, ¡menudos pringaos! ;-)

Nos presentamos en el pueblo Cortes de la Frontera, destacar de lo que vimos en esta población, la plaza de toros. En uno de los giros aparecieron de nuevo los ciclistas madroñiles ¡qué cansinos! Aunque el grupo de marchadores se había partido en dos, aquí la distancia que nos separaba era mínima. Se continuaba bajando hasta el cauce del río pasando por “La Casa de Piedra”. Por lo visto se trata de una antigua vivienda privada tallada minuciosamente en una roca enorme, fechada entre los siglos VI y VII.

Era la hora de comer y mientras los ciclistas se fueron de cañas, nosotros pasamos la peor parte de la marcha, rondábamos el kilómetro 22, el calor era sofocante. Nos enfrentamos al tramo más largo entre dos avituallamientos, teníamos que llegar al kilómetro 32, al pueblo Jimera de Líbar, por una senda a pleno sol con el suelo resquebrajado por la sequía a pesar de estar en el mes de octubre. Llegando a ese pueblo aparecieron por el puerto de carretera que venía del río dos siluetas verdiblancas que nos eran familiares, ¡volvimos a coincidir! Al contarles la sed que habíamos pasado se apresuraron a buscarnos unas coca-colas bien fresquitas que fueron la envidia de todo el que llegaba al avituallamiento.


A partir de ese pueblo bajamos de nuevo casi al nivel del río, para tomar un sendero precioso paralelo al cauce con unas vistas espléndidas. Los ciclistas nos acompañaron fotografiando a diestro y siniestro. Nos plantamos como el que no quiere la cosa en el kilómetro 42, allí los ciclistas se fueron a los coches directamente y a nosotros nos quedaba afrontar los últimos 4 kilómetros a partir de La Cueva del Gato que le da nombre a la marcha. En ese punto los cuatro marchadores volvíamos a estar juntos y así terminamos el recorrido tras 9 horas y 40 minutos caminando.

La llegada fue espectacular, el pueblo en vísperas de su feria local, estaba volcado con el evento y aplaudía efusivamente al paso de los corredores. Sin duda mereció la pena el desplazamiento tanto por lo que disfrutamos con el día de senderismo, como por la convivencia con el grupo que se dio cita allí.



Bego.
 
 
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