Crónicas (curso en La Fenasosa) |
Hacía tiempo que no nos íbamos unos cuantos madroños de fin de semana con las
bicis para pasar unos días alejados de la ciudad, con la idea de disfrutar de
otros ambientes y paisajes. Hicimos grupeta de madroños y nos animamos a conocer
otra disciplina del MTB, el descenso por un bike park, en este caso La Fenasosa
en la sierra Mariola de Alicante. La verdad, que llegar al caserón de estilo palacete
de campo de La Fenasosa mientras anochecía entre bosques y barrancos, es cambiar de
ambiente. Eso sí, al ver el palacete, dices:
“¿Pero esto es un bike park?, si parece que somos marqueses que vienen a cazar
jabalíes y ciervos a estos bosques de la sierra alicantina”.
A partir de ahora, seremos los once “marqueses” del enduro cuyos títulos
nobiliarios son:
Toño, César, Paco Lobato, Javi Pascual, David, Nachete, Iñaki, Ramón,
Javier Martín y yo, Puli, con la compañía de un mitad “noble” madroño, mitad “plebeyo”
mammoth, Ricardo, cariñosamente llamado el abuelo del grupo, que allí pareció con
su chupa de cuero.
Al entrar al caserón de La Fenasosa y conocer a la familia belga que lo
regenta “campechanamente”, te das cuenta que aquello es especial. Para explicarlo
brevemente, digamos que es un trato muy familiar, te sientes como en casa pero en
lugar de casa, pues caserón del sigo XIX. Es algo surrealista ver aquellos trofeos
de caza entre cuadros antiguos, como el del rey Alfonso XIII y muebles de estilo
Luis XIV, junto a revistas de mountain bike, cascos de descenso y chavales con gorras
megagrandes y zapatillas desanudadas:
¡Ay si Alfonso XIII levantará la cabeza y viera cómo visten estos mozalbetes!
Un ejemplo de la hospitalidad del lugar podría ser aquel zapatero al lado de
la señorial puerta principal, que servía para dejar tus “katiuskas” de descenso y
luego calzarte unas cómodas zapatillas de estar en casa que te dejaban. Como decía
Toño, aquello no está masificado y se agradece disfrutar de la tranquilidad y buen
trato que se da en ambientes familiares y pequeños.
No hablaré mucho del gusto culinario y gastronómico del dueño de La Fenasosa,
porque sino, no voy a mencionar ni una sola palabra de para que hemos ido a La Fenasosa,
es decir, bajar senderos y trialeras con la bici en un curso de iniciación al descenso;
porque pasar hambre allí, con ese individuo belga de mofletes rojizos delante de los
fogones es imposible. Algunos nos planteamos ir allí la próxima vez para hacer el curso
de iniciación a la cocina, y dejar el descenso para otros.
Metidos en vereda, el curso empezó con una charla distendida del “profe” Chus
Castellanos sobre lo que íbamos a hacer esos dos días. Ya desde el principio nos quiso
quitar esos temores y miedos que traíamos de Madrid, dándonos tranquilidad para soltarnos
y bajar con mayor confianza. Como dice César, Chus Castellanos es un tío muy didáctico y
le gusta dar rienda suelta a la lengua, por explicaciones que no queden “profe”, que esto
del descenso parece que acojona, aunque luego es más seguro que una ruta blanca del club
Madroño. Nos puntualizó los diferentes errores y leyendas que se oyen en el mundo de la
bici y que se propagan confundiendo a ciclistas de lo que es ir bien en la bici, como aquella
de que para bajar bien, pues el culo para atrás, posición no muy recomendable si uno quiere
controlar la dirección delantera ante el paso de piedras y obstáculos. También comento lo
importante de la posición del cuerpo, brazos y piernas encima de la bici. Después de impartir
la teoría básica, nos fuimos a practicar la bajada básica, una bajada con pocas piedras y
muchos peraltes y botes llamada Bamby (supongo que algún biker se comió un cervatillo en
aquella bajada cuando la estrenaron) que nos pondría las pilas y a alguno como yo algo más
que las pilas, ya que pille cacho al segundo peralte que hice.
Después de la primera bajada, vuelta a nuestro medio de transporte para subir colina
arriba, un camión del ejército en cuyo remolque iban los sudorosos y flipaos madroños que
comentaban la jugada de las primeras bajadas, todas ellas con más respeto que otra cosa. Ya
nos soltaríamos según avanzara la clase y el profe nos enseñara la lección.
Según fue transcurriendo el primer día, íbamos metiéndonos en faena, con la práctica
de saltos, peraltes y las primeras trialeras del día, las cuales sorteábamos con fina y
confiada conducción gracias a la experiencia que hemos cogido en las trialeras de
Patones, Cercedilla, La Barranca o La Cabrera, que para nada desmerecen a las de un
bike park. Otra cosa, son los saltos, peraltes y tablas de madera, que son más desconocidos
para la mayoría de los madroños, pero poco a poco nos decíamos:
“¡No hay prisa abuela, qué a fuego lento salen mejor los guisos!”.
El curso sólo lo dejábamos apartado para hacer una visita a la cocina belga-española
del dueño y así recuperar el aliento y las fuerzas, porque aunque parezca mentira, bajar en
bici también agota. Primero, un aperitivo muy sabroso en la explanada del caserón para pasar
al comedor y degustar una rica fideúa el primer día y una hermosa paella el segundo día, como
decía antes, pasar hambre y hacer dieta no son términos muy usuales en aquel bike park. Tras
la comida, el “profe” nos mostraba unos vídeos de nuestras bajadas para comentarnos en cámara
lenta que errores cometíamos al bajar, saltar y peraltar lo cual nos venía bien para ver con
detalle los fallos de posición del cuerpo o lo incorrecto de nuestros saltos. Estaba bien
verte y que alguien al lado que sabe, te dijera lo que debes mejorar y encima podías contemplar
las bajadas que habíamos hecho hace tan solo un par de horas.
Termino el primer día de descenso y tras la buena cena, muchos madroños se relajaron
con unas generosas copichuelas tal como si estuvieran en el sofá de su casa. Dirían:
“Me he caído bajando y me voy a curar con alcohol de estas botellitas tan majas de
ginebra y orujo las heridas que me hecho, que en el botiquín se me olvidó echar el agua
oxigenada.”
El sábado noche se cerró viendo el derbi Atléti- Madrid y haciendo una porra, en la
que demostramos lo penosos que somos los madroños para los pronósticos del fútbol, porque ni
uno solo acertó dicha porra. Nuestros “cerebelos” estaban muy perdidos después de una jornada
de botes, caídas “suaves” y del normal cansancio del primer día de descenso, pues a la cama
a descansar que queda otro día de curso.
La segunda jornada fue más la de soltarse un poco y ver algo más del bike park, ya
que el primer día practicamos bajadas en una pequeña zona de La Fenasosa. Nos subieron al punto
más alto y empezaron las bajadas largas, los terrenos de todo tipo y las prácticas en los
famosas trialeras del bike park. El nivel iba subiendo y los madroños nos empezábamos a sentir
a gusto con nuestras burras, atreviéndonos más que el primer día. El profe ya nos dejaba
más solitos y los “buenos alumnos” intentábamos poner en práctica las explicaciones recibidas
el primer día. Ahora ya sí, las paradas eran menos habituales y las bajadas se hacían más
duras porque bajar mucho tiempo con tanto bote y concentración, cansa un rato y más si uno
no está acostumbrado al descenso, pero merece la pena sufrir un poco y descender por bajadas
tan largas y tan bien preparadas en la que se disfruta mogollón.
Conocimos uno de los puntos más famosos del Bike Park, llamado el caracol, que
consistía en hacer un giro de 360 º en una rampa muy inclinada de tablas de madera que salvaba
un gran desnivel y que tenía su puntillo de dificultad y peligro, porque si te salías de las
tablas hacia fuera te podías caer desde una altura respetable. Bueno, con precaución pudimos
pasar y ver lo complicado que es sujetar la bici casi en parado en una rampa tan revirada y
con tanta inclinación. En otros lugares de tablas no tuvimos tanta maña, y algunos madroños
probaron el rico suelo calizo de La Fenasosa, pero todo sin mayores problemas que golpes de
chapa y pintura. El primer día antes de empezar el curso de descenso, nos hicimos la foto
de los alumnos con el profe con el caserón detrás y decía de broma en ese momento:
“Tenemos que ver la foto del grupo antes y después del curso: en la primera foto,
la del antes, saldrán todos los madroños guapos con sus nuevas equipaciones, limpitos, sanos
y sonrientes y la del después, a última hora del domingo, aparecerán todos sucios, con
camisetas agujereadas, cariacontecidos y con escayola, muletas, brazos en cabestrillo,
cabezas vendadas y como no, sin piños.”
Decir a los que no vinieron, que acabamos sanos y sonrientes, que no queremos
asustar a nadie, como decía el “profe” tenemos un buen nivel y en general en el club Madroño
muchos compañeros pueden disfrutar de este bike park para la próxima vez, porque tienen
nivel suficiente como se vio en el 2º curso de conducción del club en Hoyo de Manzanares.
Por lo tanto, desde la sección de descenso animamos a los socios a que la próxima vez el
curso lo llenemos de madroños y pasemos todos unos buenos ratos juntos en La Fenasosa.
Er Puli
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